La guerra entre Irán e Israel en 2025 no se limita a misiles y drones. Existe un campo de batalla silencioso: el del lenguaje. En este conflicto, la traducción y la interpretación se han convertido en herramientas estratégicas tan importantes como el armamento militar.
Israel e Irán libran una auténtica guerra informativa multilingüe. El gobierno israelí ha creado canales de comunicación en persa (farsi), como perfiles en redes sociales y transmisiones por Telegram, para comunicarse directamente con la población iraní. Por su parte, Irán también invierte en traducciones y campañas en árabe, inglés y hebreo, con el objetivo de llegar a audiencias externas y reforzar su narrativa.
Hay registros del uso activo de traductores dentro de los servicios de inteligencia de ambos países. Expertos en hebreo en Irán y hablantes de farsi en Israel son esenciales para interceptar mensajes, traducir documentos y producir contenido propagandístico. Aunque estos profesionales rara vez obtienen visibilidad pública, su papel es clave en la recopilación de información y en la construcción de discursos.
Más allá de la inteligencia militar, algunos proyectos culturales buscan crear puentes. Uno de ellos es TeHTel, que traduce artículos israelíes al persa con el objetivo de promover el diálogo entre civiles. Estas iniciativas enfrentan desafíos como la censura estatal y el riesgo personal para quienes participan.
Pero la traducción no siempre es neutral. Instituciones como MEMRI, que traducen medios árabes e iraníes, son frecuentemente criticadas por sesgos en la selección del contenido, al destacar únicamente voces radicales y moldear negativamente la opinión pública internacional.
En medio de todo esto, los intérpretes —especialmente aquellos que trabajan en zonas de guerra o conflictos diplomáticos— enfrentan no solo riesgos físicos, sino también dilemas éticos: ¿cómo traducir fielmente sin favorecer la propaganda? ¿Cómo lidiar con términos bélicos como “bunker buster” o “breakout time”, cargados de implicaciones políticas?
El conflicto entre Irán e Israel nos recuerda que, en tiempos de guerra, el lenguaje también es un campo minado. Traducir no es solo comunicar: es interpretar intenciones, moldear narrativas y, en muchos casos, influir en el rumbo de los acontecimientos.