La historia de las letras y de la escritura se remonta a miles de años, cuando los seres humanos comenzaron a crear formas de registrar y comunicar sus ideas. Las primeras manifestaciones de escritura eran pictográficas, es decir, basadas en dibujos que representaban objetos o acciones. Estos primeros símbolos fueron utilizados por civilizaciones antiguas, como los egipcios y sumerios, con fines administrativos y religiosos.
La escritura cuneiforme, desarrollada por los sumerios alrededor de 3500 a.C., es considerada una de las primeras formas de escritura. Utilizaba caracteres hechos en tablillas de arcilla con una herramienta puntiaguda, representando palabras e ideas, como “ganado”, “comercio” o “templo”. En la misma época, el antiguo Egipto creaba los jeroglíficos, un sistema también pictográfico, pero más complejo, que utilizaba símbolos para representar objetos y sonidos.
Hacia el 1200 a.C., los fenicios, una civilización marítima de la región del Levante (actualmente parte del Líbano, Siria e Israel), desarrollaron un sistema innovador: el primer alfabeto fonético, donde cada símbolo representaba un sonido específico (o fonema). Este alfabeto tenía solo 22 letras, todas consonantes, lo que simplificó enormemente la comunicación. Posteriormente, los griegos adoptaron este sistema e introdujeron las vocales, creando un alfabeto de 24 letras. Este desarrollo fue crucial, ya que facilitó la representación de palabras e ideas de manera más precisa y compleja.
Los romanos modificaron el alfabeto griego para satisfacer las necesidades del latín, incorporando letras como la “C” y la “G” para representar sonidos que no existían en el griego. Durante la Edad Media, el alfabeto latino se consolidó en Europa y se expandió para incluir las letras “Y” y “Z”, alcanzando 26 letras, formato que se ha mantenido ampliamente.
Con la globalización y la incorporación de palabras extranjeras, algunos idiomas, como el portugués, empezaron a incluir “K”, “W” y “Y”, alcanzando un total de 28 letras en el alfabeto latino moderno, que incluyen la “Ñ” y la “Ç”. Esta evolución representa no solo la simplificación de los registros escritos, sino también la capacidad humana de adaptación y de comunicación entre diferentes culturas.
El alfabeto, tal como lo conocemos hoy, es el resultado de un largo proceso histórico que comenzó con símbolos pictográficos en la antigüedad, pasó por la invención del alfabeto fonético de los fenicios y la innovación de los griegos, hasta llegar al alfabeto latino, que continuó evolucionando con el tiempo. Eso representa no solo un logro lingüístico, sino también la capacidad humana de adaptación e innovación, permitiendo la comunicación y la traducción, esenciales para el entendimiento mutuo y el intercambio cultural.